El gran reto de regenerar el corazón

 Nada mata a más gente hoy en día en las sociedades occidentales que las enfermedades cardiovasculares.

 

 

 

Ni siquiera el temido cáncer llega a provocar tantas muertes. Entre estas enfermedades cardiovasculares, el infarto al corazón o infarto agudo de miocardio es la principal bestia negra para la salud pública mundial.

 

Sólo en España, cada año se producen alrededor de 50.000 infartos de miocardio y el 32% de las personas que lo padezcan morirán irremediablemente a pesar de los tratamientos médicos existentes. El envejecimiento progresivo de la población occidental, unido a la mala dieta (rica en grasas), al tabaco y al estilo de vida sedentario amenazan con elevar al infarto de miocardio a una verdadera epidemia en el mundo rico en las próximas décadas.

 

 

 

Los avances médicos en el tratamiento del infarto de miocardio (como laterapia fibrinolítica o la angioplastia coronaria) han permitido reducir, hasta cierto punto, la mortalidad provocada por esta enfermedad. Sin embargo, esto no es suficiente. Una vez que los cardiomiocitos (las principales células presentes en el corazón y las responsables de la contracción cardíaca) han muerto debido al infarto, están perdidos para siempre ya que la capacidad de regeneración del corazón a corto plazo es irrisoria, casi inexistente.

Por otro lado, los tratamientos farmacológicos y quirúrgicos disponibles son paliativos y crónicos, no lograrán que ese corazón roto vuelva a latir como antaño. La última y definitiva baza contra el infarto en su estadío final, el fallo cardíaco, es el trasplante de corazón. Gracias a éste es posible volver a tener una función cardíaca normal pero posee evidentes riesgos y cada vez es más difícil acceder a corazones de donantes.

 

 

Ante este oscuro panorama, surgió la terapia celular cardíaca con un gran reto: Regenerar o reparar el corazón dañado. El santo grial de esta terapia experimental es lograr que los cardiomiocitos perdidos sean reemplazados por otros completamente funcionales y conseguir así una verdadera curación del corazón, que funcione con normalidad como si nada hubiera pasado.

Las principales protagonistas de la terapia celular cardíaca son las células madre. Se trata de células muy especiales: Tienen una elevada capacidad para multiplicarse y diferenciarse hacia múltiples células distintas (como a una célula de la grasa o a una célula muscular). Hace alrededor de 15 años se empezó a poner a prueba una cuestión vital: ¿Podrían las células madre anidar en la región infartada, diferenciarse a células cardíacas y latir coordinadamente con sus compañeras para curar al corazón?

 

 

Desde la época en la que se planteó esa pregunta hasta la actualidad, se han realizado miles de experimentos in vitro y en animales con muchas células madre distintas, tanto embrionarias, como adultas ypluripotentes inducidas. Más tarde, llegaría el momento de probarlo en seres humanos a través de ensayos clínicos (hay más de un centenar de ensayos clínicos con células madre ya terminados o en proceso). Sin duda, uno de los campos de la medicina regenerativa con mayor cantidad de ensayos clínicos a sus espaldas.

 

 

 

¿Después de tanto tiempo, esfuerzo y dinero, qué sabemos ahora de las células madre como baza para curar el corazón? Por un lado, sabemos por los ensayos clínicos que las células madre adultas son muy seguras (las más ampliamente utilizadas son las células madre procedentes de la médula ósea) y que el riesgo de que produzcan efectos adversos (como tumores y arritmias) es mínimo. Sin embargo, también sabemos que su capacidad para reparar el corazón y mejorar la función cardíaca es, en la actualidad, muy limitada y está lejos de poseer relevancia clínica. ¿Por qué? Porque son muchos los obstáculos que hay que superar para poder conseguir la regeneración del corazón:

 

 

El tejido cardíaco infartado es un infierno celular, principalmente por su déficit de nutrientes y oxígeno consecuencia del bloqueo de los vasos sanguíneos que llegan hasta esa zona. Al administrar directamente allí las células, la amplia mayoría de ellas van a morir fulminantemente, otras no conseguirán agarrarse el tejido y se desplazarán a otros lugares. Además, cuando la administración es intravenosa, muchas de las células madre se irán a otros órganos (como al hígado o a los pulmones) antes que al corazón.

 

 

 

 

Las células madre adultas (las empleadas en los ensayos clínicos) no tienen apenas capacidad para diferenciarse espontáneamente a células cardíacas y, de diferenciarse, este acontecimiento es tan raro que apenas puede detectarse y, mucho menos, tener algún efecto observable.

 

 

 

 

Sin embargo, no todo fueron penas en la investigación de las células madre para tratar el corazón. Hoy en día sabemos que el principal efecto beneficioso de las células madre en el infarto de miocardio no se debe directamente a ellas mismas sino a las moléculas biológicas que producen en el entorno y que favorece la supervivencia de las células cardíacas de los alrededores (que no estaban muertas pero que estaban en riesgo de muerte en la zona borde del infarto). La forma en la que ayudan a la supervivencia de estas células en peligro de muerte es aportando moléculas que potencian la supervivencia celular y promueven el desarrollo de vasos sanguíneos. Son una especie de salvavidas moleculares.

 

 

 

 

La buena noticia es que no hacen faltan que sobrevivan muchas células madre en el corazón infartado para que se dé un notable efecto de los salvavidas moleculares. La mala, que este efecto aún no es suficiente para producir un efecto clínicamente importante. Así se consigue limitar la expansión de la muerte celular a lo largo del corazón, pero no regenerar el tejido cardíaco muerto.

Ante los anteriores resultados, rendirse no es una opción. Las actuales investigaciones se centran en cómo aumentar la supervivencia y anidamiento de las células madre en el corazón infartado y potenciar su diferenciación a células cardíacas. Otra opción, mucho más ambiciosa y difícil, es crear un corazón completo a partir de células del paciente. Para todo ello tenemos que ayudarnos de campos muy distintos como la bioingeniería, la ingeniería genética  o la farmacología. Si la unión hace la fuerza, podremos potenciar los efectos beneficiosos y, quizás algún día, llegar a regenerar el corazón. Ahora parece un sueño, pero hace menos de 100 años también lo era el trasplante cardíaco. (Periódico español El país) 

 

 

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