El triunfo de Cortés, por las diferencias nahuatlacas

Balance cultural y militar del enfrentamiento de dos mundos: mexicas y españoles
Por Rafael López/Gaceta UNAM
Llegada de los españoles (folio 22v del Códice Azcatitlan).

El 13 de agosto de 1521, después del intenso acoso militar español, Tenochtitlan cayó. Miguel Pastrana, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas, reflexionó sobre un proceso que duró poco más de dos años.

“Al principio, los mexicas trataron de entender qué pasaba. Lo descubrieron en la medida que los españoles actuaron en las esferas política, cultural, diplomática y militar”, dijo.

Los españoles estaban asentados en las Antillas desde 1492; sin embargo, su primer contacto con Mesoamérica fue en 1517. Los mayas de la costa del norte de Yucatán tenían comunicación con gente de las Antillas, por lo que fueron los primeros en contar con información de su presencia.

En 1517 se dio también el avistamiento de la expedición de Francisco Hernández de Córdoba, quien recorrió parte de la costa de lo que hoy es el Golfo de México. Estableció contacto con indígenas en la zona de Tabasco y Veracruz y, seguramente, con los pochtecas, un grupo que se dedicaba al intercambio de productos.

Encuentro

Durante la segunda expedición de Juan de Grijalva, en 1518, gente enviada desde el centro de México estaba atenta a lo que sucedía en el Golfo. Ocurrió el primero de los encuentros entre los pueblos del centro y los españoles.

“Los mexicas quisieron obtener información de ellos y ubicarlos en su propio marco cultural. Pensaban que eran personas extrañas, pero, a fin de cuentas, personas, o bien seres distintos de los humanos, no necesariamente divinidades, quizás algún tipo de tzitzimime”, señaló el historiador.

Los mexicas y los españoles buscaron comunicarse mediante su respectiva lengua y señas, pero el resultado fue ambiguo. Los mexicas utilizaron el código gastronómico. Les ofrecieron dos diferentes tipos de comida para descubrir qué tipo de seres eran: guajolote, tortillas, atole, xoloizcuintle, chapulines…, pero también humo de copal, sangre…, es decir comida divina, por si eran dioses.

Cuando vieron que los españoles comían las viandas, los mexicas supieron que estaban tratando con personas, aunque extrañas, en cuyos navíos traían animales muy raros, como caballos y perros entrenados para matar, distintos de los xoloizcuintles, que eran mansos y comestibles; asimismo, les llamó mucho la atención que casi todos fueran varones.

El diálogo con Hernán Cortés se pudo efectuar gracias a que éste tenía como intérpretes a Jerónimo de Aguilar, quien hablaba maya y español, y a Malintzin, una mujer inteligentísima que se convirtió en la gran traductora, pues hablaba náhuatl y yucateco, y pronto aprendió español.

“Malintzin era la traductora no sólo en términos lingüísticos, sino culturales. Les explicó instituciones, elementos religiosos, costumbres del mundo mesoamericano. Su interpretación no siempre fue atinada; además, no siempre la entendieron.”

Armas de fuego

Cuando los mexicas conocieron las armas de fuego, sufrieron una gran impresión porque no había nada similar en el mundo mesoamericano. Los españoles eran poco más de 450, pero disponían de artillería ligera y transportable, arcabuces, ballestas y caballos, los cuales les permitían tener gran movilidad.

Estaban acostumbrados al enfrentamiento cuerpo a cuerpo; frente al combate a distancia, artillería y caballos, su experiencia guerrera resultó inefectiva. Cada grupo indígena perseguía sus propios intereses en función de ciertas tácticas y estrategias. Los mexicas seguían observando. Eran los más poderosos y, como tales, tenían más que perder.

Adoptaron actitud de reserva, comprensible porque juzgaron que poseían el poder suficiente para vencerlos. Ahora sabemos que esto fue un error.

“La Conquista no fue un conflicto sólo entre Tenochtitlan y Cortés, sino entre los grupos indígenas. Algunos intentaron pasar inadvertidos, otros estar en primer plano y algunos más aprovechar a los extraños. Se trató de un juego complejo. La decisión de los tlaxcaltecas es el mejor ejemplo. Se aliaron a los españoles, suponiendo que los podían aprovechar, en especial para controlar el Valle Puebla-Tlaxcala y eliminar a sus enemigos”, apuntó Pastrana.

Es significativo que la primera gran acción que emprendió Cortés después de su alianza con Tlaxcala haya sido la matanza de Cholula. Esto convenía mucho a los tlaxcaltecas, y poco a los españoles. Los primeros fueron los ganones de momento, si bien luego quedaron en segundo plano. De hecho, varias fuentes indígenas insisten en que los tlaxcaltecas manipularon a los españoles para asestar un golpe a Cholula, del cual no se repuso.

“A partir de la matanza de Cholula, los mexicas quedaron más impactados, aunque tardaron en advertir que los españoles estaban desarrollando una guerra distinta de la que se hacía en Mesoamérica, en la que buscaban inhabilitar al contrincante lo más rápidamente posible, sin concederle tiempo para reaccionar”, indicó el académico.

Grupos opuestos

Los indígenas esperaban pactar la guerra. Hay que recordar que estaban obsesionados con el prestigio del guerrero, que no se obtenía matando al enemigo, sino capturándolo para llevarlo al sacrificio. En cambio, la tradición renacentista dictaba que había que liquidar al contrincante.

“Ahora se sabe que fue error político de los mexicas permitir la entrada a Tenochtitlan. Una fracción dentro de la Triple Alianza consideraba que debían combatirlos de inmediato o impedirles la llegada. Se impuso la propuesta de dejarlos entrar y, en caso necesario, sitiarlos dentro de la propia ciudad.”

Se ha visto a Motecuhzoma Xocoyotzin como un emperador autócrata que no hacía caso a nadie, pero no era así. Había un consejo compuesto por dignatarios y representantes de las ciudades más importantes del centro de México: Tetzcoco y Tacuba, Ecatepec e Iztapalapa.

Mientras el gobernante de Iztapalapa, Cuitláhuac, se oponía a la llegada de los españoles a Tenochtitlan y era partidario de una reacción más enérgica y violenta contra ellos, el gobernante de Tetzcoco, Cacamatzin, sí deseaba que arribaran. O sea, los representantes de las ciudades no formaban un grupo monolítico, tenían diferencias entre sí.

“Esta situación ejemplifica los mecanismos políticos que los distintos grupos indígenas pusieron en marcha para determinar la naturaleza de los recién llegados, su grado de peligrosidad y si podían o no ser utilizados en su propio beneficio. La apuesta tlaxcalteca destacaba por ser la más audaz, sin duda”, mencionó.

Los regalos

En Mesoamérica, los regalos eran una prueba de poder, categoría, autoridad y riqueza. Quien poseía estos atributos estaba obligado a dar los regalos más suntuosos. Al enviárselos a los españoles, los mexicas les decían: “Nosotros tenemos riquezas, ustedes no. Nosotros somos poderosos, ustedes son nadie”. Por lo contrario, los españoles pensaban: “Nos están esperando, nos consideran seres superiores”.

El 8 de noviembre de 1519, Motecuhzoma Xocoyotzin y Cortés se vieron por vez primera en lo que hoy es el Hospital de Jesús, en la calzada San Antonio Abad. Cortés se presentó como embajador de un gran gobernante y habló del Papa y de la religión cristiana. Cabe preguntarse cómo pudieron haberse traducido estos conceptos a la lengua náhuatl.

“Poco después, Cortés se dio cuenta que él mismo era endeble, por lo que echó mano de un recurso de guerra mediterráneo: tomar prisioneros. Esto generó un profundo odio y rencor hacia los españoles y sus aliados indígenas.”

Los mexicas se concebían un pueblo destinado a hacer la guerra y dominar a los demás, y no como un pueblo segundón o llamado a pactar. Al capturar a Motecuhzoma Xocoyotzin y varios gobernantes y dignatarios de Tenochtitlan y del resto de la Cuenca de México, los españoles cortaron la cadena de mando de los mexicas, lo cual limitó sus probables reacciones.

Los mexicas tenían una conciencia clara de que los españoles eran enemigos sumamente peligrosos que, además, recibían apoyo de miles de indígenas de Zempoala y Tlaxcala a los que se les fueron sumando gente de otras poblaciones (algunos indican que por cada español había cien indígenas respaldándolo).

“Se ha dicho que los mexicas veían a los españoles como entidades superiores. Pero las acciones que emprendieron con ellos fueron muy humanas. Su ritualidad fue la que se aplica entre humanos, no para entidades supuestamente divinas”, finalizó Miguel Pastrana.

Año 9-Caña (1527) en el Códice Vaticano A (folio 90v).
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