La guerra psicológica, la nueva estrategia de lucha en México y el mundo.

 Este tema es poco tratado, pero en la actualidad se me hace interesante y oportuno abordarlo, a punto de iniciar una nueva etapa en México con un próximo gobierno federal y creo que será uno de tantos retos que enfrentará.

 

Por Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

 


El concepto guerra psicológica, ha sido utilizado históricamente principalmente en los ambientes militares o de seguridad nacional, así como en algunas formas de gobierno de ciertos países del mundo y en el presente ha tomado valor en los contextos políticos. El concepto, hace referencia a aquellas acciones y estrategias que llevan la intención de: suscitar hechos y circunstancias para provocar en el adversario un clima mental, una atmosfera consciente o inconsciente de pre derrota y de inevitable fracaso buscando debilitar, atemorizar o confundir y con ello incitar el descontrol, la desconfianza mutua y el desequilibrio individual o colectivo. (Carrillo, 1950) [1]La guerra psicológica tiene como fundamento dos escuelas, principalmente: la alemana-soviética y la norteamericana. La primera con un estilo más doctrinario-extremista que llega más hondo al espíritu de las masas y la segunda fundada en la estrategia propagandística y con valores más flexibles.

Ambos estilos han sido adoptados en diferentes países por grupos anti gobierno, guerrillas, movilizaciones sociales y militares, etc., pero también en formas de gobierno manipuladoras, autocráticas o autoritarias. Igualmente, ésta tiene dos matices: el ofensivo y el defensivo: el primero, que usa estrategias para debilitar al adversario creando sentimientos y emociones conduciéndolo: 1) desde las diferentes etapas del miedo hasta llegar al pánico; 2) afectando el estado de ánimo, aprovechando un hecho que provoca tristeza, hasta llegar al pesimismo y la depresión, o 3) provocando la confusión a través de la desorientación, desinformación o deformación de la verdad, para descontrolar al enemigo, debilitarlo y finalmente someterlo o llevarlo a la derrota. Pero también por otra parte, el defensivo es decir, crear en el ambiente propio, un clima neutralizador de esos sentimientos, justificando la actuación y ensalzando las bondades del resultado.

Igualmente el concepto hace referencia a los “escenarios de riesgo”,  que provocan principalmente las grandes potencias mundiales con intereses superiores, y que sitúan a los países codiciados por sus recursos naturales en el descontrol social y político, para sacar ventaja y obtener el control económico mundial.

Todos estos mecanismos o estrategias de intervención, han existido desde siempre. Tzun Tzu[2], en sus escritos que datan del siglo IV, los ubicaba dentro de sus acciones del “arte de la guerra” desde luego con sus diferencias, pues en sus conceptos y acciones hacía valer en el ataque la inteligencia, la persuasión, la previsión y sobre todo los códigos de respeto a la valentía del adversario.

Pero hoy, las crisis provocadas por algunas naciones en competencia con otras, no saben de respeto, sino de ventaja y de muerte. Algunos autores ubican estas nuevas percepciones como tema de las investigaciones de la  economía de guerra[3] o dentro de los radio de acción de las “políticas del miedo”[4].

La economía de guerra hace referencia a las ganancias que genera el armamentismo, el militarismo y el belicismo, para algunos países poderosos que desean que el resto del mundo se desarme o esté en conflicto, para proveer el armamento e imponer su voluntad y condiciones, ya sea por la vía de la falsa diplomacia,  presión, amenaza o finalmente por la fuerza (Badillo, 2010).

Las políticas del miedo, han tomado vigencia a partir de la caída de las Torres Gemelas (11/09/01) en New York y hacen alusión a las estrategias militares emprendidas por EEUU y su despliegue con toda la maquinaria bélica hacia Asia y el Medio Oriente, con el objetivo de cercar al enemigo y ampliar su radio de acción e influencia hacia otras latitudes como la India y el lejano Oriente, ubicando bases militares para estar cerca de sus enemigos históricos y nuevos. Estrategias que no le han redituado lo que esperaba y que han tenido que echar marcha atrás para no continuar quebrando su economía nacional.

La guerra de nervios se da en casi todos los ambientes, en grande y pequeña escala. En gran escala, sólo basta revisar las actuaciones de los países involucrados en la guerra por el petróleo en el mundo, para comprender el porqué de lo que sucede en Asia, Medio Oriente, Venezuela, Brasil, entre otros, y muy pronto en áreas geográficas especificas de nuestro país (Golfo de México); ver la actuación de los capitales “golondrinos” que sin tocarse el corazón quiebran la economía de un país y se llevan su dinero a otras latitudes cuando sienten que pueden perder lo que tienen; ver lo que sucede en la Unión Europea, donde las crisis económicas de los países débiles arrastran a los demás, crean pánico en las bolsas y seguramente surgirá un ganador que se erigirá pronto como el vencedor de esa región geográfica, valiosísima; o la reacción de los banqueros de la llamada reserva federal de los EEUU, etc., para saber cuál es la causa de las  últimas crisis económicas, incluyendo la propia y que deja a este país vulnerable frente al mundo.

Porque sea justa o no la percepción, si hay un país que recoge la animadversión mundial son los Estados Unidos. Y como respuesta a todo ello, ha prevalecido un clima de incertidumbre en los países cercanos a éste, entre ellos nuestro país, porque siempre ha estado presente la inquietud, de que los malosos del planeta, se pongan de acuerdo para que desde nuestro territorio cerquen a nuestro vecino del norte y lo pongan de cabeza. Y todo provocado por dos extremos: el sueño americano o el odio hacia el americano.

Por lo tanto, México tendrá que sufrir las consecuencias de por vida por esa cercanía, para bien o para mal.

Es decir, México tiene que enfrentar la guerra psicológica del narco-terrorismo si Estados Unidos reporta cualquier actividad o movimiento sospechoso; tiene que vivir la etapa de incertidumbre después de cada devaluación o recesión en el país vecino y tiene que sufrir las limitaciones de las fronteras para los productos mexicanos que ofrecen competencia en el mercado estadounidense. Es decir, si estornuda EEUU a México le tiene que dar influenza.

Y México ha caído en la trampa de enfrentar el narco-terrorismo a expensas de sacrificar vidas inocentes. El esfuerzo no se cuestiona, porque más vale hacer algo que nada;  pero hacerle frente a un fenómeno que ha tomado tal fuerza mundial, con cuerpos de seguridad y militares de escasa preparación en esas lides, con una corrupción anidada en sus instituciones, con una infraestructura que deja mucho que desear y con políticas de seguridad carentes de inteligencia militar profesional, lo hace no estar en el nivel de poder óptimo, para eliminar terroristas y narcos. Y como ya lo hemos visto y vivido, enfrentar una guerra en esas circunstancias sólo hace aumentar los muertos de la población civil que queda en medio de la refriega y la verdadera víctima es el propio país por la desconfianza que se genera, al interior y exterior. Y eso es parte de la guerra psicológica provocada por nuestros enemigos internos y externos.

En los últimos diez años la política del miedo, en el país, ha permeado en nuestro diario vivir y lo más impresionante es que no han existido hasta ahora, condiciones, controles o estrategias que se observe, inviertan ese efecto. Por México, pasan miles de migrantes todos los días, no sólo de Centro o Sudamérica sino por las costas (y vaya que tenemos extensión), que igual se trata de gente que busca oportunidades o de personas que vienen con perversas intenciones y que se quedan a engrosar las bandas y negocios ilícitos. En el país cualquier problema político lo recrudecen los enemigos de México, aquellos que buscan cualquier pretexto para convulsionarlo y lograr la confrontación; y de todos es sabido, que históricamente en estos grupos están infiltradas las grandes bandas internacionales.

Por eso a México, en nada le favorece que los ambientes políticos, se conviertan en verdaderas guerras encarnizadas por el poder y que se provoquen rivalidades y odios entre los mexicanos. Igualmente, no es positivo, que en los ambientes empresariales o comerciales, los grandes intereses de los poderosos monopolios y banqueros,  busquen su ventaja sin pensar en el usuario y los actores midan sus fuerzas a costa de los ciudadanos, sobresaliendo el que más puede y tiene. Que los poderes fácticos continúen tomando el control de la nación, sin que haya quien ponga las reglas y el orden y ofrezca esa certidumbre que hoy los mexicanos necesitamos.

Eso es caer en el juego de la guerra psicológica, de “alguien” que le conviene vernos así, haciendo que se acrecente el clima de desconfianza mutua entre los actores, induciéndonos al caos y la desestabilización. Porque la política del miedo, es un antídoto eficiente no solo para tronar las finanzas, la confianza en nuestras autoridades, sino para confrontar las comunicaciones y para acaparar el conocimiento y  la cultura, que  lleva a la dependencia tecnológica de la cual pende la sabiduría, la salud y la vida. Y ahí están los ejemplos en la construcción de armas de destrucción masiva y la bacteriológica que en caso de desatarse en serio, será sin duda la extinción de la humanidad.

Luego entonces la guerra psicológica es un enemigo a vencer y un reto para los gobiernos mexicanos y los ciudadanos en general en adelante.

Pero,  ¿cómo frenar esta guerra? Desde todos los frentes: militar, gubernamental y social.  Abrir los ojos y contribuir cada quien con el esfuerzo propio, para superar primero nuestros miedos, fortalecer la autoestima y el ánimo personal y no permitiendo que vengan otros a hacer que perdamos la fe y la confianza en nosotros mismos y en nuestro país. Porque todos, independientemente de la actividad y cargo nos debe preocupar lo que sucede a nuestro alrededor y actuar en consecuencia cuando estemos en riesgo como familia, vecindad o comunidad. Por lo tanto la próxima vez que tengamos miedo evitemos llegar hasta el pánico; si nos vemos afectados del estado de ánimo y nos produce tristeza, no nos dejemos llevar por el pesimismo y la depresión; y cuando sintamos que alguien nos quiere confundir mal informando o induciéndonos sus ideas, busquemos la orientación y encontremos la verdad antes de emitir un juicio y sobre todo nunca dejemos de actuar, y estoy segura que de esta manera los que saldrán descontrolados, debilitados y sometidos serán los verdaderos enemigos de México.

Un voto de confianza mutua necesitamos ciudadanos e instituciones, para que en la conciliación, tolerancia y respeto, generemos propuestas, abramos puertas, trabajemos a favor del país y volvamos pronto a respirar en un México justo y en paz.

Gracias y hasta la próxima.

Pd.-Mi felicitación sincera y entusiasta a la Selección Olímpica Mexicana de fut-bol, a esas nuevas generaciones que vienen con ánimo renovado y que están sanas y sin vicios. Eso es ganar la gloria y también la guerra psicológica a la apatía y la inseguridad. Es la manera más digna de gana a la buena.

 


[1] Carrillo, Ramón., (1950), La Guerra Psicológica, Contribuciones al conocimiento sanitario del hombre. Buenos Aires. Arg.

[2] Tzun Tzu, siglo IV, El arte de la guerra.

[3] Badillo Roberto, (2010) El complejo militar industrial de los Estados Unidos. Los responsables de las crisis financieras contemporáneas y sus orígenes, ed. Porrúa.

[4] Luna, Claudia, (2003), La política del Miedo, ed. Castillo.

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