Mensaje del Obispo de Tuxpan: El bautismo del Señor

Hoy termina litúrgicamente el tiempo de Navidad, con la celebración del Bautismo de Jesús. A partir de mañana iniciamos la primera parte del tiempo ordinario, de aquí hasta la cuaresma, que este año iniciará el miércoles 18 de febrero. Hoy contemplamos a Jesús como profeta que es bautizado por Juan en el rio Jordán.

 La fiesta de hoy completa en cierta forma la del 6 de enero, porque vuelve a contemplar el mismo misterio desde otra perspectiva.  El 6 de Enero celebramos la manifestación de Dios a los magos que representaban a los paganos, y hoy celebramos la manifestación de Dios cuando proclama a Jesús como su Hijo amado.

Celebramos el bautismo de Jesús, pero también nuestro bautismo, que es nuestro nacimiento a la fe, el inicio de nuestra vocación divina y de nuestra misión de mensajeros y constructores del Reino de Dios, es decir, el Reino de bien.

Dice San Marcos en su evangelio: “En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.  Mc, 1-10-11.

Como Jesús, nosotros hemos sido bautizados y a partir de ese acontecimiento, Dios nos aceptó como sus hijos; pero sólo cuando nos decidamos a hacer la voluntad de Dios, seremos efectivamente sus hijos preferidos.

Vale la pena preguntarnos, si somos conscientes del gran valor de nuestra fe, que recibimos en el bautismo. ¿Hemos puesto atención al tema de la fe, la hemos tomado en serio, o simplemente la tenemos como una tradición o una herencia que recibimos de nuestros padres, pero no la hemos asumido como una opción propia?

Como fuimos bautizados de pequeños, por la fe de nuestros padres, hoy tenemos la oportunidad de reafirmar esa elección y de comprometernos en una respuesta libre al amor de Dios que nos ofrece la salvación y nos invita a unirnos a su proyecto a favor de la humanidad.

Jesús, ungido por el Espíritu Santo, -dice San Pablo-, pasó haciendo el bien. Nosotros, ungidos también por el Espíritu Santo, hemos pasado buena parte de nuestra vida o haciendo el mal o no haciendo todo el bien que pudiéramos. Podemos empezar a hacerlo, como Jesús, a partir de hoy

 

+ Juan Navarro Castellanos

Obispo de Tuxpan

 

 El Bautismo del Señor

Hoy terminan litúrgicamente las fiestas de la Navidad. Mañana iniciamos el tiempo ordinario, de aquí hasta la cuaresma, que este año iniciará el miércoles 17 de febrero. Hoy contemplamos a Jesús como profeta que es bautizado por Juan en el rio Jordán.  

La fiesta de hoy completa en cierta forma la de Epifanía, porque vuelve a contemplar el mismo misterio desde otra perspectiva.  En Epifanía celebramos la manifestación de Dios a los magos que representaban a los paganos, y hoy celebramos la manifestación de Dios cuando proclama a Jesús como su Hijo amado.

 Como Jesús, todos los cristianos son llamados por Dios y consagrados por Él para evangelizar y colaborar en la construcción del Reino. De esta manera el Reino llega a todos, pero también con la colaboración de todos.  En la primera lectura de la misa de hoy Isaías anuncia la llegada del Mesías como Siervo de Dios, lleno del Espíritu y trayendo la justicia y la liberación. El profeta habla de un Siervo, una personificación del pueblo israelita, oprimido y maltratado por los babilonios.

Pero el Señor lo ha llenado del espíritu-fortaleza, para que implante el derecho y la justicia de Dios, convocando a los hermanos dispersos para que sean liberados de toda esclavitud. Este pueblo-siervo, debe aceptar su misión sin lamentarse ni vacilar, para ser el modelo de otros israelitas dispersos en otras regiones. Estos conceptos son aplicados por la comunidad cristiana a Jesús, siervo obediente de Dios, que redime por los dolores de su pasión.

Jesús es bautizado por Juan

 Poco antes de que comenzara la actividad de Jesús, había algunos grupos religiosos judíos en la zona cercana al río Jordán, vivían con exaltación la esperanza de la venida del Mesías. Juan el Bautista, estaba en aquella región predicando la inminente llegada del Señor, y hacía un bautismo que consistía en un lavado con agua, al que acompañaba la confesión de los pecados. Así como el pueblo se presentaba a hacer estos lavados, se presentó Jesús para sumergirse en las aguas del Jordán como todos los demás.

La insistencia de Jesús en hacer la voluntad de Dios, obligó a Dios a pronunciarse en público reconociendo en un hombre, y en apariencia pecador, a su amado hijo. Podemos decir que Dios siente cierta debilidad ante quienes, como Jesús, se comprometen públicamente a hacer «su voluntad», a quienes obedecen a Dios, el Señor los declara hijos predilectos.

A los que se disponen a hacer la voluntad de Dios, el Señor los quiere como a hijos amados; Dios encuentra a sus preferidos entre quienes viven prefiriendo su voluntad. La suerte de Jesús, ser hijo amado de Dios, está también a nuestro alcance, si nos decidimos a cumplir lo que el Señor quiere de nosotros.

Como Jesús, nosotros hemos sido bautizados y a partir de ese acontecimiento, Dios nos aceptó como sus hijos; pero sólo cuando nos decidamos a hacer la voluntad de Dios, seremos efectivamente sus hijos preferidos.

En su bautismo en el río Jordán, Jesús fue elegido por Dios como su enviado; allí fue llenado con la fuerza del Espíritu para que comience su predicación del Reino y para que realice los signos del Reino, aún con dificultades y a riesgo de su vida.

Y eso es precisamente lo que significa ser cristianos.

Los cristianos somos elegidos por Dios, somos llamados para vivir nuestra vocación cristiana. El cristiano es alguien que, tras ser elegido por Dios para ser su hijo y mensajero suyo, acepta esa elección y se entrega y consagra a Dios de por vida.

Esta elección y esta consagración se realiza en el Bautismo, un acto que en la antigüedad sólo se hacía con adultos y después de una larga preparación. En un mundo pagano por mayoría, ser cristiano era una elección que tenía sus riesgos. Quien elegía la fe, sabía a qué se comprometía y qué misión tenía y a qué riesgos se sometió, incluso a la muerte.

El bautismo transforma al ser humano en otro Cristo.

En Belén Jesús nació como hombre; pero en su bautismo nació como elegido de Dios y consagrado a Dios. Allí nació como profeta y anunciador del Reino de Dios.  Por eso la liturgia entronca el bautismo de Jesús con la Navidad, porque ambos hechos se refieren a la elección y consagración de Jesús a la misión que el Padre le encomienda.

Y este es el sentido de nuestro bautismo. El bautismo es nuestro nacimiento a la realidad de la fe, de nuestra vocación divina, de nuestra misión de mensajeros del Reino de Dios. Como fuimos bautizados de pequeños, por la fe de nuestros padres, hoy tenemos la oportunidad de reafirmar esa elección de Dios y esa respuesta libre que le damos.

Gente como toda, pero comprometidos

Como cristianos no nos diferenciamos culturalmente de los demás; tenemos que trabajar, estudiar, sostener una familia, actuar profesionalmente. No somos un núcleo cerrado, el círculo de los perfectos o de los únicos que se salvan. Y eso lo sabemos. Los cristianos somos como la semilla que humildemente testimonia la presencia del reino de Dios.

La diferencia entre los cristianos y los no cristianos, es que hemos tomado conciencia del llamado y hemos asumido libre y responsablemente la tarea de construir un mundo armónico desde la perspectiva de Cristo, con sus criterios y su propuesta.

En el bautismo Dios nos asocia a su proyecto, nos da su Espíritu de fortaleza, nos une a Cristo, nos reconoce como sus hijos y nos invita a una maravillosa tarea: trabajar por su reino, para que el amor, la justicia, la paz y los demás valores fundamentales en la vida de los seres humanos, garanticen una vida digna para cada uno y una vida de fraternidad en las familias y comunidades, pueblos y ciudades.

En este año que acaba de comenzar, vamos a decirle a nuestro Padre del cielo: Señor, hoy al celebrar el Bautismo de Jesús, celebramos también nuestro bautismo en el Espíritu, y nos sentimos hijos tuyos, amados y predilectos, participando de tu vida divina y comprometidos a colaborar en la construcción de una sociedad más humana y fraternal; una sociedad digna para todos.

Hoy comprendemos mejor lo que significa estar bautizados; se trata de un llamado personal y una consagración para ser parte del pueblo de Dios que es la Iglesia y para ser discípulos misioneros en el mundo de ahora, procurando cada día ser mejores, vivir con dignidad y esperanza, aun en situaciones complicadas que aparecen con frecuencia.

 

 

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