Mensaje del Obispo de Tuxpan: Un sembrador incansable

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Jesús sale al encuentro de las personas y utiliza parábolas, comparaciones de la vida cotidiana, para enseñar a la gente sencilla, y hacer comprensible su mensaje de salvación. Sus enseñanzas son un mensaje de fe y esperanza, que anima e impulsa. Salió el sembrador a sembrar la semilla de la Palabra que es esparcida con generosidad como signo de la abundancia de Dios.

El Reino anunciado por Jesús no pertenece al pasado; es de todos los tiempos. El sembrador es Jesús y nos invita a confiar en él y en su Palabra; nos anima a ser sembradores esperanzados y nos pide recibir y ofrecer cada día semillas del Reino: palabras, silencios, encuentros, armonía, fraternidad, amabilidad, bondad, ayudas, comentarios constructivos, Buenas Noticias…

Hay actitudes nuestras que pueden oponerse al Reino de Dios: egoísmo, desinterés, apatía; actitudes incompatibles con el Reino. Son los “demonios” que hacen el corazón duro, cerrado, egoísta.

Para que seamos libres y felices, Jesús nos pone en guardia ante la posibilidad de que dejemos crecer en nuestro corazón la semilla del mal, que genera ataduras y esclavitudes de las que nos cuesta liberarnos. El Reino Dios crece donde hay sinceridad y apertura, amor y disponibilidad total al bien.

Seamos buenos sembradores. Nuestra misión es sembrar con constancia, generosidad e ilusión, transmitir la Buena Noticia de Jesús con nuestra vida.  El Sembrador se encargará de que la siembra sea eficaz y produzca frutos.

La parábola inicia con la siembra y mira al futuro; es ante todo una promesa de buena cosecha. “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo. Si cae en tierra y muere, da mucho fruto”.  Jesús actuó así; no fundó nada, no quiso ser el Rey-Mesías, él sembró la semilla.

Y el fruto es la humanidad que sigue creyendo en él, que sigue creciendo, a pesar de tantos mesianismos y liderazgos, que son los peores abrojos que ahogan la semilla. El grano de trigo de Jesús murió, pero resucitó en la comunidad que creyó en él, y sigue resucitando en las personas que le siguen con sinceridad y amor.

Es una profunda lección para nuestro compromiso como creyentes, de manera que nuestra vida sea efectivamente anuncio de Jesús: sembrar con convicción y sencillez, hablando poco y actuando de acuerdo al evangelio. Lo nuestro es sembrar, la cosecha es asunto de Dios; hay que sembrar siempre.

 

+ Juan Navarro Castellanos

Obispo de Tuxpan

 

UN SEMBRADOR INCANSABLE

Jesús se sentó junto al lago. Se reunió en torno a él tanta gente, que subió a una barca y se sentó, mientras la gente estaba de pie en la orilla. Y les habló por medio de parábolas”.

Jesús sale al encuentro de las personas, las espera, se deja encontrar. Se dirige a todos, desde el lago, en el ambiente habitual de quienes le escuchan.  No necesita un lugar especial. Utiliza parábolas, comparaciones tomadas de la vida cotidiana, como forma corriente de enseñanza para la gente sencilla, para hacer comprensible su mensaje acerca del Reino de Dios, cómo es, cómo llega, qué produce.

Un mensaje alentador

Sus enseñanzas son un mensaje de fe y esperanza, un mensaje que anima e impulsa. Con las parábolas, Jesús convierte en buena noticia los acontecimientos de cada día. Salió el sembrador a sembrar.  El Sembrador es una de las parábolas que están en los tres sinópticos. La Palabra es esparcida con generosidad es signo de la abundancia de Dios. El Reino que Jesús anunciaba sigue siendo actual.

No pertenece al pasado. Es contemporáneo de todas las épocas. El sembrador es Jesús y nos invita a confiar en él y en su Palabra.  Jesús nos anima a ser sembradores esperanzados y nos recomienda recibir y ofrecer cada día semillas del Reino: palabras, miradas, encuentros, silencios, armonía, fraternidad, amabilidad, bondad, ayudas, comentarios constructivos, Buena Noticia…

Al sembrar, parte de la semilla cayó al borde del camino; vinieron las aves y se la comieron. Parte cayó en terreno pedregoso y con poca tierra; brotó enseguida, pero cuando salió el sol la plantita se secó porque no tenía raíz. Parte cayó entre cardos, pero éstos crecieron y la ahogaron.

Actitudes para acoger el mensaje

Lo fundamental son las distintas actitudes con que se acoge el Evangelio.  Es importante examinar qué dificultades, qué zarzas: la rutina, la falta de interés, la mentira, la superficialidad, el egoísmo, la prepotencia, ahogan e impiden el crecimiento de la Palabra en mi vida.

Finalmente, otra parte cayó en tierra buena y dio fruto: un grano dio cien, otro sesenta, otro treinta. El que tenga oídos que oiga. La buena tierra son las buenas personas, que abundan y que trabajan para lograr una vida con sentido, más justa, más solidaria para todos. Son las personas que reciben el Reino y lo hacen germinar, en forma de justicia, alegría, paz, solidaridad, compasión…

Los discípulos se acercaron y le preguntaron: -¿Por qué les hablas por medio de parábolas? Jesús les respondió: -A ustedes Dios les ha dado a conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no. Porque al que tiene se le dará, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas, porque, aunque miran no ven, y aunque oyen no escuchan ni entienden.

Dichosos los que abren sus ojos y sus oídos ante su mensaje

De esta manera se cumple en ellos lo anunciado por Isaías: Oirán, pero no entenderán; mirarán, pero no verán, porque su corazón se ha embotado, se han vuelto torpes sus oídos, y se han cerrado sus ojos; de modo que sus ojos no ven, sus oídos no oyen, su corazón no entiende, y no se convierten a mí para que yo los sane.

Jesús habla para que todos le entiendan. En las personas, y en las comunidades, que voluntariamente cierran los ojos, los oídos y el corazón a su palabra, se cumple la profecía que anunciaba Isaías. Dichosos ustedes por lo que ven sus ojos y por lo que oyen sus oídos; porque les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que oyen y no lo oyeron.

Jesús llama dichosos a quienes abren sus ojos y sus oídos para escuchar su mensaje y ven en sus signos la llegada del Reino. Jesús en todas las cosas y en todas las situaciones ve y escucha al Padre. Es cuestión de tener los oídos bien atentos y los ojos y el corazón limpios y despiertos. ¿Mis palabras, mi forma de actuar, hacen que las personas oigan  y vean el mensaje Jesús?

Así pues, escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. La explicación de la parábola pertenece a una reflexión posterior de las comunidades cristianas. Es una exhortación a los cristianos de la comunidad de Mateo, y a todas las comunidades posteriores, para que la acogida primera del Evangelio no sea ahogada por las dificultades que vayan surgiendo en el camino.

Todos estamos llamados a conocer, a entender y poner en práctica el mensaje liberador de Jesús. Hay quien oye el mensaje del reino, pero no lo entiende; viene el maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón. Éste es como la semilla que cayó al borde del camino.

La semilla que cayó en terreno pedregoso es como el que oye el mensaje y lo recibe en seguida con alegría, pero no tiene raíz en sí mismo, es inconstante y, al llegar la tribulación o la persecución a causa del mensaje, en seguida sucumbe. La semilla que cayó entre cardos es como el que oye el mensaje, pero las preocupaciones del mundo y la seducción del dinero asfixian el mensaje y queda sin fruto.

Hay actitudes incompatibles con el Reino de Dios. El egoísmo, la insolidaridad, el desinterés, la apatía…, son actitudes incompatibles con el Reino. Son los “demonios” que hacen el corazón duro, cerrado, egocéntrico. Para que seamos libres y felices, Jesús nos pone en guardia ante la posibilidad de que dejemos crecer en nuestro corazón otras cosas distintas de la semilla de la Palabra.

Ataduras de las que nos cuesta liberarnos. El peor y más sutil rechazo del Reino es aceptarlo de palabra, pero negarlo con la forma de actuar. El Reino crece en la apertura y disponibilidad total. En fin, la semilla que cayó en tierra buena es como el que oye el mensaje y lo entiende; éste da fruto, sea ciento, sesenta o treinta.

Seamos buenos sembradores. Nuestra misión es sembrar con constancia, generosidad e ilusión, comunicar la Palabra liberadora, transmitir la Buena Noticia de Jesús con nuestra vida.  El Sembrador se encargará de que la siembra sea eficaz y produzca fruto abundante. La parábola parte de la siembra y mira al futuro; es ante todo una promesa de buena cosecha.

“Si el grano de trigo no muere, queda solo. Si cae en tierra y muere, da mucho fruto”.  Jesús actuó así. No fundó nada, no quiso ser el Rey-Mesías, rechazó la tentación de la popularidad, no escondió la verdad por protegerse. Se sembró.

Y el fruto es la humanidad que sigue creyendo en él, cada vez mayor, a pesar de todos los mesianismos y liderazgos, que son los peores abrojos, los que más ahogan la semilla. El grano de trigo de Jesús murió, resucitó en la comunidad que creyó en Él, y sigue resucitando en las personas que le siguen. Es una profunda lección para nuestro “apostolado”, nuestro anuncio de Jesús: sembrarse, sin espectáculos, hablando poco y actuando siempre según el evangelio.  La cosecha es cosa de Dios, lo nuestro es sembrar.

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