Héctor , el villano favorito

Por Manuel del Ángel Rocha/A contracorriente/Imagen del Golfo

De tres debates públicos que hasta ahora se han realizado entre los siete aspirantes a la mini gubernatura, sobresale de manera notoria la actitud del candidato del PRI-Verde-Panal-Cardenista-AVE “Para Mejorar Veracruz”, Héctor Yunes Landa, por su condescendencia hacia la muy cuestionada y desacreditada administración del gobernador Javier Duarte de Ochoa. Aquella crítica con la que inició su aspiración a la gubernatura, que se distinguió también frente a los excesos de Fidel Herrera, ahora se ha extinguido, y centra sus ataques hacia Miguel Ángel Yunes Linares, su primo, candidato del PAN-PRD, que le aventaja en por lo menos ocho puntos porcentuales en las encuestas publicadas por empresas de prestigio, como la de Roy Campos y el periódico de circulación nacional, el Financiero.

Del senador con licencia se esperaba que siguiera poniendo el “dedo en la llaga”, del sinfín de hechos omisos y premeditados, concluyentes de corrupción, ineficiencia e impunidad del gobierno Duartista, como lo hace de manera palmaria el candidato independiente Juan Bueno Torio, que ha resultado ser una agradable sorpresa, toda vez que se esperaba que fuera solo un “patiño” del gobierno.

Ha insistido sobre las responsabilidades de Javier Duarte en las precarias e inseguras condiciones sociales del pueblo veracruzano, producto del desvío de recursos que tiene documentados la Auditoría Superior de la Federación, y otras “lindezas” de las que se tienen evidencias.

Para la sociedad y miles de sus seguidores, es incomprensible el cambio de estrategia de Héctor, porque incluso apenas a fines de septiembre del año pasado, durante la toma de posesión de Juan Carlos Medina Palacios, como dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias, Duarte en pleno acto público, y en su cumpleaños, le regaló una caña de pescar, para que fuera por “los peces gordos, de aquí del Estero”, en alusión a la residencia de los Yunes Linares, y en respuesta a declaraciones del entonces senador que había afirmado que castigaría a los funcionarios públicos que hubiesen incurridos en desvío de recursos, por lo que metería a la cárcel a los “peces gordos, lobo, pececillos y demás, con el fin de que devuelvan lo sustraído en forma ilegítima”. Agregó que “aparte de combatir la corrupción, había que meter a la cárcel a los corruptos… y no solo deben de ir a prisión, sino devolver todo lo que se robaron e inhabilitarlos de por vida”.

Aquel precandidato enseñaba el músculo y caía muy bien no solo entre los militantes priístas, sino también en la población, que aseguraban vendría a poner orden en la casa, a raíz de las notorias riquezas, explicables, de muchos funcionarios estatales.

Pero hoy, la argumentación de Héctor Yunes Landa es otra, radicalmente opuesta a aquella inicial, y contra Miguel Ángel Yunes Linares, a quien tres días después del detalle de la caña de pescar, expresó que iría a saludarlo a la Cámara de Diputados, a San Lázaro, en reciprocidad de una visita que el entonces diputado le había realizado al Senado, pero además como prueba solidaria de su filiación consanguínea, lo argumentó al devolverle a Javier Duarte la multicitada caña de pescar, enviando a Casa Veracruz, a su operador central, Jorge Moreno Salinas.

En el evento campesino Duarte había conminado a Yunes Landa a olvidarse de la ascendencia familiar con Yunes Linares, y denunciar la supuesta corrupción de éste. El gobernador en su persecución política, también involucró a Miguel Ángel Yunes Márquez (alcalde de Boca del Río), sobrino de Héctor e hijo de Miguel Ángel, en contra de quien el esterilizado Congreso local, presentó ante la Fiscalía del Estado, una denuncia por enriquecimiento ilícito.

Como respuesta a la afrenta que Duarte le hizo a Héctor en el World Trade Center de Boca del Rio, éste abandonó el recinto antes que terminara el acto, señalando en un comunicado de diez puntos, que se fue por sufrir una falta de respeto a él y su familia (Yunes Linares y Yunes Márquez), “pero sobre todo a los veracruzanos, que escucho a diario reclamar con toda justicia el castigo a los culpables del saqueo que ha sufrido Veracruz”. Agregó que no es aficionado a la pesca, y que cuando declaró lo de los “peces gordos”, no hacia alusión a los funcionarios estatales, ni algún miembro de su familia (de Duarte), “pero si así lo interpretó, fue por información que obra en su poder”. Dijo que se refería a funcionarios de todos los niveles, pero que cualquier veracruzano puede dar referencia de quienes son. “La omisión en política no solo es incompetencia, es también constitutivo de responsabilidad legal”. Y conminó a Duarte a dejar de hacer regalos deportivos, y realice una adecuada integración de las carpetas de investigación, (es), a fin de que las autoridades ministeriales “ejerciten las acciones penales correspondientes”, dada la integración de expedientes que la ASF, hace de varias dependencias estatales.

Concluye que México no admite más corrupción, “Veracruz tampoco”, que nunca ha permitido que se le ofenda “y siempre he sido respetuoso de las familias de los demás”.

Que gran candidatura construía Héctor, pero alguien le resopló al oído, y ahora su villano predilecto es Miguel Ángel. ¿Entonces dónde quedó el honor de la familia?; ¿quién le cambió el chip? Lo cierto es que su modificación de conducta lo deja muy mal parado, y el elector que todo lo ve y comenta, se pregunta si lo de Héctor es trastorno de personalidad (esquizoide, paranoia), o el cinismo del político que salió a flote, para hacer amarres con Javier Duarte, que, aunque ilegal e impopular, le asegura la compra de votos para llegar a la gubernatura.

Porque es raro que de unos días para acá, no solo haya cambiado de rival, sino evidenciado que sus declaraciones y desplantes, fueron ficticios, solo parte de una gran farsa. ¿Será Héctor uno más de la misma legión Duartista?

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