Premio Nobel de la Muerte

Por Luis Velázquez/Expediente 2016

A estas alturas, en el Veracruz desdichado que hemos vivido y padecido en los últimos casi seis años, ensartados en un festival de sangre, sólo resta otorgar el “Premio Nobel de la Muerte” a Javier Duarte, JD, y de seguro por unanimidad.

Y es que lo único que una mujer y un hombre necesitan para vivir es un hogar con los hijos, sanos y salvos todos, cada día, en cada nuevo amanecer.

Y desde que JD se sentó en la silla embrujada de palacio que por estar embrujada a todos marea y enloquece, en los hogares de norte a sur y de este a oeste del Veracruz atribulado hay un pariente, un amigo, un conocido, un vecino que se recuerda como parte de la extensa y larga lista de secuestrados, desaparecidos, asesinados y sepultados en fosas clandestinas.

Desde los campos de concentración de Adolf Hitler, José Stalin, Francisco Franco y Benito Mussolini, pasando por los cementerios clandestinos de las dictaduras militares en América Latina, ningún infierno tan parecido como Veracruz en el sexenio que corre.

La vida, prendida con alfileres cada día y cada noche, pues nadie, absolutamente nadie está libre ni la ha librado, como sucediera antenoche con el secuestro del hermano de un reportero en Coatzacoalcos.

Todos los días más muertos, como si los malandros tuvieran permiso y operaran en su casa, actuando con la peor impunidad del mundo.

Y lo peor, un góber tuitero insensible al dolor y el sufrimiento ajeno, a quien nunca interesó el bienestar social ni menos, mucho menos, garantizar el Estado de Derecho, su máxima obligación, y que significa cuidar por la seguridad en la vida y en los bienes.

Muchas regiones de Veracruz convertidas en Estados de Sitio apenas anoche, porque los malosos se han vuelto dueños de las calles y avenidas.

Por eso, JD merece el “Premio Nobel de la Muerte” que bien pudieran entregar las ONGSy Solecitos del país y que la LXIV Legislatura, con minoría priista, bien pudiera entregar en el Palacio legislativo a partir del 5 de noviembre al día 30, en que todavía el tuitero ejercerá su poder autoritario y dictatorial.

DOLOR EN CADA HOGAR Y CADA FAMILIA

En cada hogar se llora un familiar o un amigo.

En la mayor parte de los hogares hay una búsqueda frenética y ansiosa de un pariente desaparecido y cada vez que el Solecito, por ejemplo, anuncia que ha descubierto nuevas fosas clandestinas, el corazón se paraliza y ensangrenta temiendo lo peor.

Todos los días en cientos, miles quizá de hogares suena el teléfono con una voz malandresca intentando un secuestro exprés que por lo pronto aterroriza y llena de angustia.

Todos los días en una parte de la prensa, o en todo caso, en las redes sociales, hay noticias o tuiters avisando de un hecho más de violencia, como antier en que una cabeza decapitada fue acomodada en la puerta de entrada al rancho del alcalde de Las Choapas, en tanto cinco cabezas más fueron tiradas a orilla de la carretera.

Se fue Arturo Bermúdez Zurita luego de ser acusado de una fortuna inexplicable en menos de un sexenio, fue relevado y de cualquier manera el tsunami de la sangre se ha vuelto una pesadilla.

Hay niños, jóvenes, mujeres y ancianos, población civil, entre las víctimas de los carteles y cartelitos.

Un cadáver más aparece flotando en los ríos Blanco y Coatzacoalcos y anexos, conexos y similares.

A un ladito de la carretera cada vez más aparecen cadáveres tirados hasta con un narco/mensaje.

Las calles y avenidas de los pueblos se inundan de cuerpos sin vida.

El número de feminicidios aumenta sin que ninguna autoridad lo frene.

Entre los muertos hay hermanos, parejas, madres e hijos, esposos, novios.

Y por más que la elite eclesiástica ha levantado la voz con la feligresía clamando justicia al duartismo, ninguna respuesta.

Por eso, y sin ninguna duda, si Javier Duarte fuera propuesto al “Premio Nobel de la Muerte” ganaría invicto, sin rivales de por medio.

VERACRUZ, EL VALLE DE LA MUERTE

Quizá Ángel Aguirre con Ayotzinapa, Eruviel Ávila con Tlatlaya, Graco Ramírez con Teltecingo, Silvano Aureoles con Tanhuato, y/o Gabino Cué con Nochixtlán, competirían con Javier Duarte, JD, por el “Premio Nobel de la Muerte”.

Pero mientras con ellos, el valle de la muerte se centra en un municipio concreto y específico, con JD se trata de todo el territorio jarocho.

Y por más, porque desde el primer año del sexenio, “la muerte ha tenido permiso”, imparable, sin una voluntad férrea para evitar el lastre y el desastre.

Y por añadidura, más, mucho más merece el premio.

Desde luego, lo recibiría con Arturo Bermúdez Zurita, su secretario de Seguridad con quien Veracruz mudó de paraíso terrenal que era a sucursal del infierno.

Y con el Fiscal General de nueve años, porque si la inseguridad es tarea de la SSP, la procuración de justicia ágil y expedita, en tiempo y forma, suele frenar a los malandros, pero como la impunidad campea entonces los carteles y cartelitos están crecidos al castigo.

En Veracruz, la llamada delincuencia organizada manda y gobierna, aun cuando también la delincuencia común.

La tierra jarocha es un reguero de sangre civil y nada más justo que el “Premio Nobel de la Muerte” para el góber tuitero.

¡Aprobado por unanimidad!

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