La victoria viaja en el yate Granma

64 Aniversario de la partida de Tuxpan de Fidel y el «Che» en el 56
Por Gislania Tamayo Cedeño/lademajagua.cu

 

En 1956 seremos libres o mártires, había afirmado Fidel al salir de la prisión de Isla de Pinos, en 1955, donde había permanecido por espacio de veintidós meses junto a 29 moncadistas tras ser condenados luego del Asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba.

Tras ser amnistiados Fidel se fue a México en calidad de exiliado desde donde se propuso llevar a Cuba una expedición armada para combatir la dictadura de Fulgencio Batista, acabar con la desconfianza y las tendencias políticas que tenían bajo su bota feroz al pueblo cubano.

Para cumplir tal empeño el joven abogado Fidel Castro necesita de una embarcación que resistiera la carga que se necesitaba trasladar a Cuba con el empeño de vencer o morir en la contienda bélica.

La orden de comprar un navío que cumpliera con ese requerimiento se le dio  a Antonio del Conde, conocido también como El Cuate o Tony,  un comerciante y técnico industrial mexicano.

Del Conde compró el yate Granma, con matrícula en el puerto de Tuxpan el que se utilizaría  para navegación de altura y también como embarcación de recreo.

Fidel lo examinó y decidió utilizarlo en la expedición que vendría a Cuba cargada de sueños y esperanzas.

La pequeña embarcación, con su preciosa carga de 82 tripulantes comandados por el joven abogado Fidel Castro Ruz, sale el 25 de noviembre, desafiando el mal tiempo, desde el puerto mexicano de Tuxpan rumbo a las costas cubanas.

Bajo la lluvia y con las luces apagadas el yate comenzó a navegar burlando la vigilancia del faro y del puesto naval de la marina mexicana  en la salida al mar abierto.

Los fuertes vientos y la lluvia le dan bandazos al yate. Muchos hombres comienzan a sentir mareos y a vomitar.

Ernesto Che Guevara, el médico de la expedición narra aquellos momentos:

 “(…) el barco presentaba un aspecto ridículamente trágico: hombres con la angustia reflejada en el rostro, agarrándose el estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y otros tumbados en las más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por el vómito.

Fue la primera prueba de fuego para los expedicionarios. La voluntad se imponía. Se alejan de las costas mexicanas, se alejan de las costas mexicanas, se encienden las luces y comienza a entonar las notas del Himno Nacional de Cuba y la Marcha del 26 de julio, ambas entonaciones acompañados de consignas revolucionarias.

Entre los días  25 y  27 de noviembre los expedicionarios navegaron por el Golfo de México. El 28 entran al mar Caribe y el 29 avizoran dos naves y se alistan para el combate, sin embargo no  hubo enfrentamiento. La travesía continua, pero el mal tiempo impidió llegar el 30  como estaba previsto para coincidir con el levantamiento de Santiago de Cuba y de esta manera  distraer a la policía.

Había llegado la hora de poner en práctica los dos puntos finales del juramento que había hecho Fidel poco antes de la salida de la expedición:

Dos días después de lo previsto llega el Granma. El primero de diciembre se avistan las luces del faro de Cabo cruz. Enfilan el yate al canal de Niquero, disminuyen la velocidad y cambian el rumbo. Fidel decide acercarse a las costas y desembarcar.

Los Cayuelos es el punto del desembarco. El fango, los mosquitos y un terreño enredado de caminar por las entretejidas raíces de los manglares les dan la bienvenida a estos muchachos que habían jurado junto a su líder Fidel: “Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”.

Llegaron, entraron y triunfaron con la victoria en sus corazones.

El Comandante de la Revolución, Juan Almeida Bosques describió en una ocasión como ocurrió el desembarco:

“Primero el agua les da por la cintura, al pecho, a la barbilla […] Nuevamente bajo el cuello, al pecho. Con la soga que tienen en la mano llegan al mangle y la amarran. Ahora bajan uno a uno. Los hombres más grue­sos al tirarse se entierran en el fango, los más livianos tienen que ayudarlos a salir”.

La llegada a tierra firme de los expedicionarios constituyó la derrota del régimen de Fulgencio Batista. Comenzaba la batalla definitiva de libertad para Cuba.

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